(1913 – 1997)
Por la tertulia de Ínsula, que presidía José Luis Cano y su más asiduo colaborador, Antonio Núnez, los martes, entre siete y nueve de la tarde, concurrían celebrados hispanistas, de paso por Madrid, o jóvenes escritores, ansiosos de abrirse una brecha de las manos del afable José Luis. Allí conocí a un buen número de insignes hispanistas y establecí con algunos de ellos una duradera amistad. Eran asiduos Francisco Ayala y su mujer Carolyn Richmond, Andrew Debicki, Enrique Pupo-Walker, Eugenio de Nora. De Barcelona llegaban a veces Manuel Pérez Montalbán y Joaquín Marco; de Valencia, vía Suiza, el encantador Jaime Siles; desde Buenos Aires, vía Chicago, Leda Schiavo; también Irma Emiliozzi quien, a través de José Luis estableció un contacto duradero con Vicente Aleixandre y pudo recoger material para dar a la luz la espléndida y rica correspondencia de Aleixandre con sus amigos. Pasaron también por la tertulia de Ínsula Antonio Colinas, José Hierro, Francisco Brines y, común amigo de todos ellos, José Olivio Jiménez. Se acercaban periódicamente enjundiosos intelectuales, insignes eruditos, colaboradores frecuentes de la revista o amigos de su fundador, Enrique Canito. Recuerdo con viveza a Franco Meregalli (Venecia), a Ian Michel que llegaba de Oxford, a Frank Pierce de Schefield, a Juan Marichal, Noël Valis, Javier Herrero, que llegaban de sus universidades norteamericanas. Los hispanistas americanos eran la presencia más asidua en las tertulias de Ínsula. Sus escapadas coincidían frecuentemente con la estancia en Madrid disfrutando de un permiso sabático. Tal era mi caso.
En la tertulia de José Luis Cano conocí a Juan López-Morillas y a su encantadora mujer, Frances. Me impresionó aquel primer encuentro; el aire magistral de Juan y su gran facilidad para contar anécdotas y, sobre todo, citar al azar textos o autores, preferentemente extranjeros. Mi primera impresión: un profesor con una vasta cultura, experto en varias lenguas y literaturas, honorable en su proceder y honesto en sus juicios; atinado en la manera de enjuiciar la labor académica y la función del buen pedagogo. Asistí al ciclo de conferencias que, en 1985, organizó la Fundación Ortega y Gasset en torno a la obra del afamado filósofo. Entre los distinguidos conferenciantes (Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar, Elías Díaz) se anunciaba la ponencia de Juan López-Morillas, ya profesor en la Universidad de Texas (Austin). El trasfondo de la filosofía alemana de principios del siglo XX fue desvelado por Juan López-Morillas con singular soltura y gran agilidad mental, a través de la figura de Sanz del Río y de Ortega y Gasset. De Ortega destacó uno de los temas más sugerentes, y objeto de varios de sus seminarios en la universidad: las utopías. Un año después la Revista de Occidente (1986: 7-27) publicó la ponencia con el resto de las conferencias. Diez años antes, recién llegado a la Universidad de Columbia, en Nueva York, asistí a la conferencia plenaria que dictaba el profesor de Brown en York College, Nueva York, y que organizaba Isabel Livosky. El tema: “Unamuno y Costa: esquema de una ‘transustanciación'”. El auditorio quedó embelesado ante la brillante exposición. Voz, mímica, tono, gesto, dicción y, sobre todo, agilidad mental y rigor de pensamiento, quedaron retumbando por años en mi memoria. López-Morillas era un singular modelo de elocuente oratoria académica. Años después asistí a algunas de las conferencias, dictadas en los varios congresos de la Asociación Internacional de Hispanistas (Venecia, Barcelona, Birmingham). Todas ellas confirmaron mis previos juicios.
Si es verdad el aserto de Baltasar Gracián, que todo árbol transplantado da mejores frutos, López-Morillas fue un caso ejemplar. Natural de Jódar, ubicado en la Jaén profunda, estudió bachillerato en el distinguido instituto de San Isidro y Derecho en la universidad, en Madrid. En los años de pleno fervor republicano, en 1934, se desplazó a la Universidad de Iowa, Iowa City, con una beca de ampliación de estudios. En dicha universidad prosiguió los estudios del doctorado, obteniendo el título de Doctor en Filosofía en 1940. Durante su estancia en la Universidad de Iowa conoció a su futura mujer, Frances, hija del director del Departamento de Lenguas Romances (Erwin Kempton Mapes), distinguido estudioso, en la primera mitad del pasado siglo, de Rubén Darío, Gutiérrez Nájera y del Modernismo. Profesor adjunto durante tres años en dicha universidad, en 1943 López-Morillas fue contratado por Brown University en donde permaneció hasta su jubilación, en 1978. Durante los treinta y cinco años que permance en Brown dejó una labor indeleble. Vertiginosamente ascendió los rangos de profesorado, ocupando la cátedra honorífica, con especial dotación, de “Alumni-Alumnae Chair of Spanish and Comparative Literature” (1967-1973) y la cátedra “William R. Kenan, Jr”. Geoffrey W. Ribbans le sucedió en dicha cátedra que ocuparía durante una veintena de años.
Meritoria y digna de todo elogio fue la labor que López-Morillas desempeñó en Brown University. Su campo de interés medió entre el movimiento krausista, la Generación del 98 (Unamuno, sobre todo), la Institución Libre de Enseñanza, con sus líderes a la cabeza (Francisco Giner de los Ríos), y la literatura comparada. Contribuyó a la fundación del Departamento de Literatura Comparada, disfrutando de doble nombramiento: catedrático de literatura española y de literatura comparada. Al final de su carrera académica, fue honrado, en 1979, con la más prestigiosa distinción que ofrece Brown University: Doctor of Humane Letters (honoris causa). Tres años más tarde, sus colegas del departamento, encabezados por José Amor y Vázquez y A. David Kossoff, organizaron un homenaje que, con una nota introductoria de Geoffrey W. Ribbans, vio la luz con el título de Homenaje a Juan López-Morillas. De Cadalso a Aleixandre: Estudios sobre literaura e historia intelectual (Madrid, Castalia, 1982). Es un rico muestrario de los más selectos estudios sobre los campos de investigación e interés de Juan López-Morillas. En 1985 fue honrado con la imposición de la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica.
De raza le venía a Juan López-Morillas la vocación pedagógica y la dedicación al aula universitaria. Jubilado de Brown, continuó su carrera durante diez largos años en la Universidad de Texas, en donde ocupó la cátedra honorífica “Ashbel Smith Professor”, impartiendo clases en literatura española y comparada. Le sucedió en la misma cátedra José Luis Varela, profesor emérito por la Universidad Complutense de Madrid. El profesor López-Morillas alternó la docencia en sus universidades, ocupando puestos como distinguido profesor visitante en instituciones académicas de gran prestigio. Destaca su estancia en Duke University (1955), Harvard (1959), Trinity College (Oxford) en 1972, y como Andrew Mellon Professor en la Universidad de Pittsburgh (1974). Fue becado en dos ocasiones por la prestigiosa fundación Guggenheim y sirvió como miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua. Perteneció al comité ejecutivo de la Asociación de lenguas modernas de América (MLA), de la Asociación americana de literatura comparada, de la Asociación Internacional de Galdosistas y fue miembro de honor de la Asociación del Hispanismo Filosófico. Presidió la junta editorial de varias revistas de prestigio (Hispanic Review, Revista Hispánica Moderna, Ínsula). Es de destacar a la vez su habilidad como administrador, desempeñando el cargo de director del departamento en Brown durante siete años; tres del departamento de literatura comparada. Profesor ejemplar, contó entre sus alumnos distinguidos a algunos de sus colegas en Brown University, tales como A. David Kossoff y José Amor y Vázquez. Destacan también James Iffland, Cathy Jrade, Paul Lloyd, Rafael Pérez de la Dehesa, Rafael Osuna, Nelson Orringer, George Haley, Geoffrey Borrows.
Desde la fundación de la Asociación Internacional de Hispanistas, en agosto de 1962, en Oxford, Juan López-Morillas fue una presencia continua en la amplia y variada geografía donde se celebraban los congresos de esta asociación. Presidente honorario a partir de 1983, fue elegido vicepresidente durante seis años consecutivos y, finalmente, presidente en 1980. Como figura representativa de lo que Juan Ramón Jiménez tildara para sí mismo de “andaluz universal”, se distinguió entre los académicos de su generación por su amplia formación literaria y filosófica, su gran entusiasmo por la literatura comparada, el dominio de varios idiomas (inglés, francés, italiano, ruso, alemán) y sus equilibradas propuestas de crítica literaria. Todo surge y se expande a partir de su obra fundamental: El krausismo español: perfil de una aventura intelectual (México, Fondo de Cultura Económica, 1956). Le siguen, en la misma linea de investigación, una edición de los ensayos de Francisco Giner de los Ríos (Madrid, Alianza, 1969), una monografía sobre su obra, Racionalismo pragmático: el pensamiento de Francisco Giner de los Ríos (Madrid, Alianza, 1988), y una segunda edición, revisada, Krausismo: estética y literatura (Barcelona Lumen, 1991). En 1981 sale una segunda versión revisada en inglés por Frances, The Krausist Movement and Ideological Change in Spain: 1854-1874 (Cambridge University Press).
Tales monografías, escritas con rigurosa precisión de términos y grácil estilo, escueto y preciso, marcan la gran aportación de López-Morillas a los estudios del hispanismo internacional. Delinean, definen y analizan el movimiento krausista en las últimas décadas del siglo XIX y las varias disciplinas con que se asocia dicho movimiento: pedagogía, derecho, sociología, preocupaciones éticas y estéticas. Es decir, en la historia intelectual de finales del siglo XX, López-Morillas ocupa un lugar preeminente como estudioso de este movimiento y de uno de sus líderes: Francisco Giner de los Ríos. Dentro del mismo período se destacan sus incursiones sobre Miguel de Unamuno; previamente Galdós y el contexto histórico que reflejan algunas de sus novelas tales como La fontana de oro. Destaca cómo en torno a la Revolución de Septiembre surgen una serie de figuras que, a modo de preludio, abren el camino hacia las más representativas de la Generación del 98. El talante liberal, democrático, de López-Morillas queda reflejado en un buen número de asertos a lo largo de sus obras. Definen a la vez la entereza moral y su ultraimo reflejado en una magnánima labor académica. Muy afín a la proclama de Sanz del Río: “Ciencia del hombre y para el hombre mediante el uso sistemático de la razón”.
La otra cara de López-Morillas, ya dentro de la literatura comparada, es la de traductor de una serie de autores rusos al español. Autodidacta en esta lengua, asombra el entusiasmo, -acompañado por su mujer Frances (ésta traduce al inglés, con versiones muy bien acogidas por la crítica, novelistas del siglo XIX)-, que dedicaba a tal ejercicio. La Editorial Alianza cuenta con una extensa serie de traducciones de las obras de F. M. Dostoyevski llevadas a cabo por López-Morillas. Destacan sus Tres novelas cortas, El jugador, Los demonios, Crimen y castigo, El doble, pero también la gran novela de L. N. Tolstoy, Anna Karenina y los admirables cuentos de Anton Chéjov, En vísperas de Iván Turgenev y Nosotros de Yevgeni Zamyatin. En breves introducciones López-Morillas expone la particularidad de la obra traducida destacando, con frecuencia, la técnica narrativa, el contexto histórico y social en que se ubica el relato, la ideología vigente, psicología de los personajes, diálogo, lenguaje. Comenta, por ejemplo, López-Morillas sobre Crimen y castigo de Dostoyevski: “Algunos de los coloquios más relevantes, en particular los que median entre Raskolnikov y el juez de instrucción Porfiri Petrovich, son verdaderos desafíos verbales. Raras veces ha revelado Dostoyevski su maestría en el uso del diálogo tan plenamente como en Crimen y castigo“. Notas breves, sucintas, pero suficientes para introducir al lector en la magia de estos textos canónicos.
Durante años (1983-1997) López-Morillas mantuvo una activa correspondencia con Manuel Ruiz Amezcua, un reconocido poeta jienense quien se sentió atraído por el talante académico del famoso profesor. López-Morillas generosamente orientó y comentó sutilmente las obras del poeta, también natural de Jódar, a donde volvían esporádicamente los López-Morillas. El Instituto de Segunda Eneñanza de dicha localidad lleva el nombre del profesor de Brown. El conjunto de estas cartas salieron a la luz con el título de El vuelo de las palabras (Diputación Provincial de Jaen, 2000). Fueron editadas, con una extensa introducción, por Dámaso Chicharro, profesor titular de la Universidad de Jaén, especialista en la obra de los hermanos Machado y estudioso de las autobiografías de Santa Teresa y de Torres Villarroel. Una vez más, este manojuelo de cartas muestran el talante magnánimo de López-Morillas, generoso con su tiempo y, como buen maestro, dispuesto al buen consejo y al juicio atinado y benevolente. Tal era su pasión literaria: un gran desvelo por la libertad de ser y por el conocimiento dialogado con los otros. El secreto de la educación, afirmó en una ocasión R. E. Emerson, está no sólo en el diálogo pero también en el respeto al discípulo. Tal actitud ética fue parte del talante profesional de Juan López-Morillas. In Memoriam.
Antonio Carreño
Brown University