(1904 – 1984)
La diversidad cultural y la amplitud de intereses intelectuales de Ángel Rosenblat son hoy características y virtudes poco frecuentes en el hispanismo y en el ámbito universitario general. Nacido en Europa, criado y educado en Argentina, formado en Buenos Aires en el Instituto de Filología bajo la directa influencia de Amado Alonso, desde su llegada a Buenos Aires en 1927, Rosenblat hizo estudios de posgrado en Alemania y España a principios de los años treinta y vivió temporariamente en Ecuador antes de volver a la Argentina. Para entonces ya se había publicado, en 1930, el primer tomo de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, la Parte I: Fonética, de Estudios sobre el español de Nuevo Méjico de Aurelio M. Espinosa, traducidos y reelaborados con notas por Amado Alonso y Ángel Rosenblat. Este interés por la dialectología hispanoamericana será fundamental y permanente pero no exclusivo, pues las investigaciones de Rosenblat siempre se dirigieron simultáneamente a distintos aspectos de la filología, la gramática y la historia literaria.
En efecto, su edición refundida y modernizada del Amadís de Gaula (Buenos Aires, Losada, 1940) es un notable ensayo de recuperación para lectores actuales, nada alejado de la historia misma del texto de Rodríguez de Montalvo como lo señala en su agudo prólogo, al explicar su trabajo de nuevo editor: “¿No es continuar legítimamente la tradición original el refundirlo hoy dándole la extensión y el lenguaje propios de la novela moderna?”. Sus ediciones de los cronistas de Indias son un modelo de cuidado y precisión: Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega (Buenos Aires, Emecé, 1943) sigue descollando entre las ediciones modernas “por la seriedad de los criterios y el sentido crítico” según su editor más reciente, José Luis Rivarola (Madrid, Ediciones de Cultua Hispánica, 2001). Juicio semejante merece su edición de la Historia de los Incas de Pedro Sarmiento de Gamboa (Buenos Aires, Emecé, 1947).
A partir de 1946, y como resultado de los cambios políticos que influyeron profundamente en las universidades argentinas, Rosenblat volvió a alejarse de la Argentina y se instaló en Venezuela en donde continuó sus investigaciones sobre dialectología y gramática. En Buenos Aires quedaba nuevo testimonio de su labor en el Instituto de Filología en las Notas de morfología dialectal que acompañan al segundo tomo de los Estudios… ya mencionados de Espinosa, traducido, reelaborado y anotado esta vez solamente por Rosenblat. En verdad, y en palabras de Marcos A. Morínigo, también colaborador inicial del Instituto, las Notas… “son hoy de consulta imprescindible para cualquier planteo referido al tema y podrían haber constituido por sí solas un manual de dialectología hispanoamericana” (Filología, Buenos Aires, XXI, 2, 1986, 7).
Ya en Caracas Rosenblat fundó en la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela el Instituto de Filología “Andrés Bello” en 1947, y fue su director hasta 1977. En él formó varias generaciones de investigadores dedicados al estudio de la lengua de Venezuela y la preparación de un Diccionario de venezonalismos, entre otras actividades relacionadas con la enseñanza e investigación gramatical, lingüística y léxica de España y América. Sin embargo, Rosenblat no separó nunca el estudio de la lengua del análisis de los textos. Ortega y Gasset. Lengua y estilo (Caracas, 1958) y La lengua del “Quijote” (Madrid, 1971) indican la permanente relación de estas dos vertientes de sus trabajos. Que el libro sobre Cervantes esté dedicado “A mi querido maestro Don Américo Castro, a quien tanto debe nuestro conocimiento de Cervantes y el esclarecimiento de nuestra formación cultural” permite entender mejor las conexiones transatlánticas de la generación de Rosenblat y las complejas influencias que marcaron las características de los colaboradores del Instituto de Filología de Buenos Aires en su primera etapa.
El estudio “Las ideas ortográficas de Bello”, que sirve de Prólogo a los Estudios gramaticales, tomo V de las Obras Completas de Andrés Bello (Caracas, Ministerio de Educación, 1951) es en verdad una estupenda historia de la ortografía castellana y junto con El pensamiento gramatical de Bello (Caracas, 1961) una contribución fundamental al estudio de las ideas lingüísticas del ilustre educador. Pero Rosenblat mismo ya se había interesado por el problema de la norma ortográfica y la función de la Academia en 1953 (Las Nuevas Normas Ortográficas y Prosódicas de la Academia Española) y en 1959 (Las Novísimas Normas Ortográficas de la Academia), dos publicaciones en las que trata de armonizar el sentido de uniformidad con la necesidad de una reforma más radical a fin de que la ortografía se acerque más a la pronunciación real. Medio siglo después siguen siendo pertinentes sus observaciones, particularmente después de la tormenta periodística que desató la modesta y bastante tradicional propuesta ortográfica de Gabriel García Márquez en el Congreso de Zacatecas de 2001.
Su Buenas y malas palabras (Caracas: Edime, 1960, 2 vols.) reúne más de dos años de artículos periodísticos semanales publicados en el diario de Caracas El Nacional acerca de la lengua de Venezuela. Cada uno de estos artículos armonizan la voluntad de divulgación con el rigor de la información histórica y filológica. Temas de normativa que podían ser de interés para el lector común y el lector más culto se unen a reflexiones sobre el castellano de América, la presencia indígena en el habla venezolana, la influencia sobre el uso de los medios de comunicación masivos, el lenguaje político o la contribución de extranjerismos en el castellano de Venezuela. Sugerido por su amigo Mariano Picón Salas, según señala el mismo Rosenblat en las “Palabras Preliminares” del primer tomo (p. 11), el título originó destemplada crítica académica por parte de Yakov Malkiel. Sin embargo, estas columnas periodísticas, dirigidas a un vasto público no siempre informado, iban a constituir un anticipo del Diccionario de venezolanismos, coordinado por María Josefa Tejera, y una muestra fundamental de las preocupaciones educativas y sociales que guiaron permanentemente la conducta de Ángel Rosenblat.
Finalmente, otro aspecto de la coherencia básica de sus intereses diversos se halla en su estudio La población indígena y el mestizaje en América (Buenos Aires, Nova, 1954), que fue elaborando y desarrollando a lo largo de varias redacciones desde 1935 hasta su última versión de 1964. Población, influencia, mestizaje son elementos afines al estudio de la lengua en América y parte fundamental de las características que la definen. En efecto, Rosenblat no separó nunca de la historia y de las circunstancias sociales el estudio y el análisis de los fenómenos lingüísticos ni de la producción literaria concomitante.
Su actuación en la AIH fue constante y valiosa. Elegido en el congreso de México (1968), fue el primer presidente hispanoamericano de nuestra Asociación y en su discurso inaugural del congreso de Salamanca (1971) recordó la importancia de la incorporación y el aporte de América “al mundo universalista de la cultura”, la ampliación permanente de los horizontes del hispanismo y cómo “nuestro hispanismo es nuestro humanismo, y […] no un coto cerrado sino un vínculo de unión y colaboración con las otras culturas del mundo”.
Conocí a Rosenblat cuando volvió en 1962 a Buenos Aires para dirigir interinamente el Instituto de Filología “Dr. Amado Alonso”. El mismo viejo edificio de la calle Reconquista 572 en Buenos Aires volvió a ser el ámbito de sus preocupaciones intelectuales; su voz, su gentil trato, su fino sentido del humor y su invariable cortesía, añadidos al vasto campo de sus conocimientos que compartía con invariable generosidad, dieron particular significación a esos meses que recuerdo con genuina emoción. Además de muchas otras iniciativas de duradera repercusión, a sus esfuerzos y a su interés se debe la publicación de la edición anotada del Quijote por Celina Sabor de Cortazar y quien esto escribe, por la Editorial de la Universidad de Buenos Aires. A su preocupación educativa y a su generosidad proverbial se debe también la versión final del libro para maestros El español de la Argentina de Berta Elena Vidal de Battini. Recuerdo perfectamente las horas dedicadas a la lectura atenta del manuscrito de su autora y las fascinantes discusiones que el texto generaba. Lo visité en Caracas en julio de 1963 y pude recuperar por un par de días su proverbial cordialidad y gozar de la generosa entrega de su tiempo. En la historia del hispanismo a ambos lados del Atlántico y en sus diversos centros generadores de cultura, la obra y la vida de Ángel Rosenblat tienen un lugar fundamental que está aun por estudiarse nuevamente en nuestros tiempos.
Isaías Lerner
Secretario Adjunto de la AIH