(1913 -2010)
Trazar una semblanza de Ana María Barrenechea, la primera mujer elegida para presidir la Asociación Internacional de Hispanistas en 1977, supone, en buena medida, dar testimonio del desarrollo de los estudios sobre la lengua y las literaturas española y latinoamericana en la Argentina y de su proyección en el ámbito internacional, ya que su presencia y su activa participación en la docencia, la investigación y la crítica se proyectan de un modo singular en los últimos cincuenta años de la historia del hispanismo. Pero, como sucede habitualmente, esta circunstancia no es obra de la casualidad pues para que alguien llegue a desarrollar una sostenida y fecunda labor de tanta envergadura se requiere la coincidencia de muchos factores aunados que en este caso son, sin duda alguna, las condiciones intelectuales y la capacidad de trabajo que la caracterizan, la personalidad y la simpatía con las que logra trasmitir sus conocimientos y ese afán de búsqueda permanente de nuevos lineamientos críticos para confrontar posiciones y renovar perspectivas metodológicas.
Su formación académica en el Instituto Superior del Profesorado, de donde egresa en 1937, le permitió acercarse a grandes maestros entre los que se destaca Amado Alonso, quien supo ver en ella su potencial y la orientó hacia la investigación lingüística y literaria en el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, que él dirigía entonces, y donde también trabajaban Pedro Henríquez Ureña, María Rosa Lida, Raimundo Lida, Ángel Rosenblat. En los años cuarenta, muchas son las líneas que se entrecruzan e integran en el discurso crítico del Instituto: lingüística, estilística, filosofía del lenguaje; estudios sobre la literatura hispanoamericana y la española, relacionada esta última -particularmente en la obra de María Rosa Lida- con la tradición clásica.
La convicción programática de que no es posible concebir los problemas literarios separados de los problemas del lenguaje regía la dinámica de estos estudiosos y se proyecta en los trabajos de Ana María Barrenechea y en la docencia, tanto en esos primeros años en los que dictará en el Instituto Superior del Profesorado cursos de Lengua castellana y de Sintaxis y Estilística, como a partir de 1958 cuando inicia su actividad docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires al frente de las cátedras de Gramática castellana y de Introducción a la Literatura. En el período que media entre estos dos momentos de su vida académica, obtiene una beca y se doctora en Estados Unidos en el Bryn Mawr College, Pennsylvania, en 1955. Su tesis, La expresión de la irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges, estudio fundacional de la moderna crítica borgeana, es publicada en El Colegio de México en 1957, donde se había desempeñado como becaria en 1954. Inicia así su proyección en otros países de América repitiendo los itinerarios de distanciamiento de muchos de los investigadores del Instituto de Filología que impulsados por las circunstancias políticas adversas, como sucedió con Amado Alonso, se alejaron hacia otros centros universitarios para desarrollar su actividad intelectual.
En el período que media entre 1958 y 1966, su presencia en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras y su actividad como Directora del Instituto de Filología fueron de una enorme significación por cuanto, guiada por el permanente afán de vincular sus trabajos de investigación con la enseñanza, puso en práctica una auténtica renovación de los métodos y de los criterios didácticos. De estos años, en los que desde su cátedra de Gramática proyectó hacia colaboradores y discípulos su potencialidad de maestra, surgió una abundante bibliografía que testimonia sus originales criterios de enfoque sobre los problemas del habla y de la lengua, en trabajos de admirable rigor metodológico que irradia y difunde con apasionada vitalidad en publicaciones directamente consagradas a la enseñanza en varios niveles. De igual modo, se interesa y continúa con sus indagaciones sobre crítica literaria y, junto a Borges, será Domingo Faustino Sarmiento otro de los escritores con el que parece haber trabado un diálogo permanente en el que privilegia la relación del texto con su contexto.
También en esta época tan productiva de su trayectoria académica, va a producirse la vinculación de Ana María Barrenechea con la Asociación Internacional de Hispanistas, precisamente en la etapa fundacional del Congreso de Oxford, en 1962, ocasión en la que presentó su ponencia sobre “La ilustre fregona como ejemplo de estructura novelesca cervantina”, y en la que pasó a integrar la Junta Directiva en calidad de vocal (1962-1968). Su atenta percepción de la necesidad de mantener relaciones con estudiosos de otros países, que compartían el interés común por el estudio de lo hispánico o que -como decía Dámaso Alonso- entendían que “el hispanismo es ante todo una posición intelectual”, la mantuvo siempre interesada en colaborar de forma activa en las periódicas reuniones, logrando mantener los nexos y contactos tan necesarios para que la labor desarrollada en el ámbito nacional alcanzara una mayor difusión a nivel internacional.
En la historia de la Universidad de Buenos Aires, el año 1966 supuso un quiebre en el fructífero desarrollo científico y cultural que había alcanzado pues, muchos profesores, entre los que se contaba Ana María Barrenechea, renunciaron a sus cátedras y cargos ante el avasallamiento de la democracia en el país y en las aulas universitarias. Si bien algunos se vieron obligados a alejarse en busca de trabajo en América y Europa, en su caso particular continuó con su labor de investigación en la Argentina desde el Centro de Investigación en Ciencias de la Educación (Instituto Torcuato Di Tella y simultáneamente desarrollará la docencia en Universidades de los Estados Unidos: Harvard University (1968), Ohio State University (1971-1972), Columbia University (1973-1984). Entre los años 1967-1974, dirigió en Buenos Aires el “Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica” auspiciado por el Programa Interamericano de Lingüística y Enseñanza de Idiomas (PILEI), para el que obtuvo una beca John Simon Gunggenheim en 1969. Parte de los resultados fueron difundidos y publicados con sus colaboradoras y más tarde, reunidos en el volumen colectivo Estudios lingüísticos y dialectológicos. Temas hispánicos(Buenos Aires, 1979).
Este modo tan exclusivo de sobrellevar su alejamiento de la Universidad de Buenos Aires, que consistió en trabajar seis meses en Estados Unidos y seis en el país, en una suerte de experiencia vital que recuerda el verso de Lope de Vega: “ir y quedarse, y con quedar partirse”, le permitieron a Ana María Barrenechea no apartarse nunca de la investigación y de la formación de discípulos argentinos mientras que, al mismo tiempo, contribuía a la consolidación de los estudios de literatura latinoamericana entre graduados angloparlantes, ampliando e integrando de este modo los a veces distantes ámbitos del hispanismo internacional. No es casual, por cierto, que sea precisamente en este momento cuando es elegida, en el VI Congreso realizado en Toronto (1977), presidenta de la Asociación Internacional de Hispanistas. Fue la primera mujer que ocupó ese cargo, hasta 1980 en que fue nombrada Presidenta de honor, a la vez que compartía con Ángel Rosenblat, el primer presidente hispanoamericano, además de la territorialidad el haber sido investigadores formados en el Instituto de Filología bajo la influencia de Amado Alonso.
En esta permanente búsqueda de renovación crítica que caracterizaron todos los emprendimientos puestos en marcha por Ana María, se inscribe el discurso de apertura del VII Congreso de la AIH de Venecia (1980) en el que hablaba de la necesidad de “establecer puentes entre tendencias tradicionales y tendencias innovadoras” en el campo de los estudios hispánicos y mencionaba entre estas últimas la crítica de la recepción, las corrientes de los estudios de semántica y pragmática, y junto a los acercamientos ideológicos los aportes psicoanalíticos. Por esos años sus trabajos cubrían aspectos de esa misma propuesta como puede apreciarse en el libro Textos hispanoamericanos. De Sarmiento a Sarduy (Caracas, 1978) que recoge estudios escritos entre 1956 y 1977 en una rica interacción concertada de sus primeros trabajos sobre Sarmiento y otras lecturas como, en particular, la de la obra de Felisberto Hernández en la que potencia su “ex-centricidad, di-vergencias y con-vergencias” por el grado de conciencia “de lo que es el hecho poético como significancia y no como significado, como proceso y no como resultado, como producción y no como producto”.
En el campo de la genética textual, va a centrarse otro de sus renovadores trabajos críticos: Cuaderno de bitácora de “Rayuela” (Buenos Aires, 1983) pues, la reproducción facsimilar del cuaderno de notas en que Julio Cortázar va registrando los procesos de gestación del pre-texto al texto definitivo de la novela y la imbricación de propósitos con que se va construyendo, la lleva a replantear en el estudio introductorio, mediante un muy hábil despliegue y utilización de los aportes de la crítica genética, los múltiples problemas del origen y finalidad del discurso y los incontrolables designios que conducen hacia la estructuración de la obra.
Todo lo expuesto hasta aquí revela una fecunda y continuada labor por la que sus amigos, colegas y alumnos le brindaron un más que merecido volumen de Homenaje a Ana María Barrenechea (Madrid, 1984), editado por Lía Schwartz Lerner e Isaías Lerner para celebrar “al maestro inspirador de vocaciones e inquietudes intelectuales, a la colaboradora de solidaria actuación y estimulante discusión de ideas, a la amiga siempre generosa y cordial”. Si para otros estudiosos este hubiera sido el momento de la calma y el sosiego creador en el remanso que supone el alejamiento de las aulas universitarias, una vez más el camino elegido por nuestra infatigable Anita -permítaseme ahora nombrarla como lo hacemos todos los que hemos frecuentado su cotidiano trajinar- va a ser el más difícil y arduo pero, a la vez, el que tan solo ella estaba en condiciones de recorrer con éxito.
Nuevamente los cambios políticos e institucionales, esta vez felizmente amalgamados con el advenimiento de la democracia en la Argentina, la vuelven a incorporar, en 1984, a la vida académica de la Universidad de Buenos Aires, que en reconocimiento a su trayectoria académica la designa profesora emérita y retoma la dirección del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso” que ha conducido hasta el año 2002. En estos años, fueron muchas y más que merecidas las distinciones que le fueron conferidas: miembro correspondiente de la Real Academia Española en la Argentina (1984), premio “Amado Alonso” del Ministerio de Educación y Justicia (Argentina, 1984), vocal del Patronato del Instituto Cervantes (España, 1992-1993), miembro de Honor de la Asociación Argentina de Hispanistas (1992).
Otra vez se convierte en fuerza generadora de actividades de investigación, y con su probada inclinación a la asimilación de las más renovadoras propuestas lingüísticas y literarias, va a conjugar la incorporación de las tendencias históricas con las más actuales de la teoría literaria que se integraron al Instituto con la incorporación de los investigadores y becarios procedentes de las nuevas cátedras del área, consolidadas a partir de la renovación del plan de la Carrera de Letras. Este difícil equilibrio entre tradición y modernidad, entre los enfoques más acreditados de la Filología hispánica y las tendencias surgidas en otros ámbitos geográficos y teóricos, puede comprobarse en la renovación crítica que ha quedado plasmada en las páginas de la revista Filología, desde el volumen XX (1985) al XXXII (1999). La publicación había estado suspendida por varios años pero con un compromiso personal, hasta de orden económico, logró Ana María Barrenechea poner al día su frecuencia, y afianzó la particularidad de números monográficos, a cargo de un coordinador, que han ampliado hacia diferentes temáticas, homenajes, problemáticas y perspectivas críticas, el espectro antes más restringido y especializado.
Antiguos colaboradores y nuevos discípulos la acompañan en esta empresa de restauración y afianzamiento y sus recurrentes intereses de estudio vuelven a vivificarse y a reaparecer en libros que complementan o amplían sus contenidos y lineamientos anteriores: los dos tomos de El habla culta de la ciudad de Buenos Aires. Materiales para su estudio (Buenos Aires, 1987) y el Epistolario inédito Sarmiento – Frías (Buenos Aires, 1997), en los que participaron colaboradores de ambos proyectos fueron editados por el Instituto de Filología, mientras que en su obra La expresión de la irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges y otros ensayos (Buenos Aires, 2000) incluye el libro anterior y catorce artículos escritos desde 1949 hasta 2000.
De igual modo, los trabajos del “Grupo de investigación sobre genética textual”, proyecto internacional del es que directora, sustentado en un acuerdo multilateral entre el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, el Institut de Textes et Manuscrits Modernes, Centre Nationale de la Recherche Scientifique (ITEM, CNRS) y el Grupo de investigación en Genética textual de la Universidad de Poitiers, dieron interesantes resultados con el aporte de esta metodología en ediciones de la Colección que publica l’Association Archives de la Litérature Latinoamericaine, des Caribes et Africaine du XXe. Siècle, en las que han intervenido investigadores del Instituto, y también en el volumen monográfico de Crítica genéticade la revista Filología, XXVII, 1-2 (1994).
La trayectoria de los logros profesionales y de la producción crítica de Ana María Barrenechea ofrecen la imagen de una mujer siempre ligada a las instancias no siempre propicias y favorables de la vida académica de nuestro país, pero que ha estado siempre y sin claudicaciones dispuesta a afrontar los desafíos más difíciles con gran convicción, vitalidad y capacidad de trabajo insuperables, y con una generosidad y entrega que todos los que hemos trabajado a su lado no podemos dejar de agradecerle pues su palabra y su consejo, la capacidad de dialogar con el otro, el recuerdo y las anécdotas que es capaz de trasmitirnos se constituyen en preciados dones de la memoria.
En esta galería de retratos de los grandes maestros que presidieron la Asociación Internacional de Hispanistas y que procura rememorar sus rostros, el siempre sonriente y agraciado de Ana María Barrenechea ocupa su merecido lugar y creo que bien se completa con estas palabras de su último libro, Archivos de la memoria (Buenos Aires, 2003):
Al enfocar el funcionamiento de la memoria personal, se destaca la continuidad de un hilo de unidad de conciencia a pesar del desgaste que produce el fluir temporal y las intermitencias de la atención, hilo que mantiene cierta persistencia y coherencia del recuerdo, del Yo, de saber quién vive y qué vive y como se proyecta hacia un futuro.
Melchora Romanos
Universidad de Buenos Aires